Antiguos escritos

La frase ¡Quiero conducir, quiero vivir! surgió en una época de dolor muy intenso. Habían pasado 5 meses de la muerte de mi hija, la única que tenía, la única que tengo, y estaba enloquecida de dolor. Y no quería que a  otras madres  les pasase lo mismo.

 

El individuo causante de la muerte de mi hija, conducía bajo la influencia del alcohol, y ni tan siquiera le habían retirado el carnet.  Me parecía no sólo una injusticia, sino un peligro para otras personas.

 

Tendría que pasar mucho tiempo hasta que a esa persona se le retirase de la carretera (han tenido que pasar más de 3 años) La justicia es lenta. Tenía que intentar algo más rápido: «la concienciación», para la disminución de los mal llamados accidentes.

 

La carta abierta a los jóvenes surgió así. Si la ley no se podía cambiar, tenía que cambiar a los jóvenes.

 

En esa carta aparece por primera vez ¡Quiero conducir, quiero vivir!.

 

Medio año después, surgió el blog ¡Quiero Conducir, Quiero Vivir!. Por eso, de vez en cuando, traeré hasta  aquí algunos escritos de mi blog. Escritos  realizados en momentos de máximo dolor, pero no con menor pena que en el día de hoy.

 

No es cierto eso de que el tiempo todo lo cura. Sólo ayuda a vivir con ello. Se van normalizando ciertas cosas, pero la vida nunca vuelve a ser igual.

 

El dolor por la pérdida de un ser querido es algo que no se puede explicar con palabras, máxime cuando no se es un profesional de ello, cuando no se dispone del arte del manejo de las mismas. Los poetas, los que mejor saben expresar los sentimientos, los que mejor lo han hecho a lo largo de la historia, sólo lo han hecho bien si han pasado por ello.

 

Pero esta madre, ha tratado desde su pobre vocabulario, hacerlo. Mis escritos no son una obra literaria, sólo son puro sentimiento. Pero hay algo muy especial en lo que he escrito. Me ha ayudado a sobrevivir.

 

¡Quiero Conducir, Quiero Vivir! y «Madres sin hijos», han sido y son, dos blogs que me han ayudado a sobrevivir.

 

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

Esta entrada fue publicada en Historias, Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *