Violencia vial y violencia de género

Muchas de las víctimas de los mal llamados accidentes de tráfico, hablamos y denunciamos la existencia de una violencia vial, que cada año produce más muertes que por cualquier otro tipo de violencia. Pero éste es un término que aún no es visto por toda la sociedad, porque se sigue hablando de accidentes de tráfico.

 

Unos accidentes que no son tales y que se producen, en gran mayoría, por esa violencia ejercida a través de un arma: el coche.

 

Miles de accidentes se producen por la violencia de determinados conductores. Violencia en el uso y abuso del alcohol, velocidad y falta de respeto a la vida de los demás.

 

Adelantamientos imposibles utilizando la falta de educación, modales y actitudes suicidas, vemos a diario. Maniobras que obligan a otros a realizar frenadas que ponen en peligro la vida de los conductores que quedan por detrás de los desalmados que acaban de hacer un mala maniobra, nos llevan cada día a tener golpes en cadena o sacar de la vía a otros conductores que iban tranquilamente.

 

Esa violencia que impregna nuestra sociedad está expresa cada día en nuestras carreteras y produce mucho de los llamados en general accidentes y muchas de las muertes, especialmente las que se producen en choques frontales.

 

Pero hace unos días esa violencia vial se unía a la violencia de género.

 

Yasmín, la última víctima de género, si no lo hubiera sido por un cuchillo, lo habría sido por un coche.

 

Si el desalmado que acabó con su vida no hubiera llevado ese cuchillo, habría terminado con su vida pegándole topetazos con el coche, tal como lo inició, acabando con su vida y la de la otra ocupante del mismo. Y quién sabe, incluso el asesino habría podido conseguir menor condena porque se habría considerado un accidente de tráfico.

 

Un coche es también un arma de matar, en manos de irresponsables y asesinos, y los que perdemos a nuestros familiares en las carreteras, tenemos que seguir conformándonos con que cada fin de semana hablen de tantos muertos por accidentes de tráfico; tantos menos que el año anterior; salidas de la vía; se desconocen las causas, etc., y penalizaciones por homicidios imprudentes cuando en la realidad son «asesinatos».

 

Las noticias están plagadas de casos de velocidad extrema detestada por los radares, de conductores detenidos en pruebas de alcoholemias, a veces, varias veces en el mismo día o conductores con síntomas de drogadicción, que se supone que no querían producir ningún mal, ninguna muerte. No lo hacen con premeditación ni alevosía.  ¿Quién se lo cree?

 

Y todavía, los pobres infelices que nos quedamos aquí, colgados para toda nuestra vida, decimos que nuestros seres queridos se han matado en la carretera.

¡¡¡Los han matado!!!

 

Y ni siquiera, podemos contar con que, en caso de que el presunto causante de un mal llamado accidente quede en situación de no poder soplar para ver su nivel  de alcohol, se le pueda tomar una muestra de sangre para analizar en que estado conducía, si no es con una orden judicial.

 

Se imaginan enterándose de la muerte de uno de sus seres queridos y preocupándose de ir a un juez para denunciar el caso y que le tomen una muestra de sangre al causante de su desgracia. ¿Creen que hay alguien en ese momento que se pueda ocupar de algo así?

 

Pues creo que la nueva reforma  del Reglamento de Circulación, esta vez,  tampoco lo recoge. Es probable que nunca lo pueda recoger, pero habría que habilitarlo de alguna forma, en el reglamento, en la Ley de Seguridad Vial o donde sea. Y nuestros políticos se siguen peleando. 

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.

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