Cuando Madrid se encuentra en fiestas, cuando muchos de sus ciudadanos están de puente o camino de vuelta, se cumple el primer aniversario de la pérdida de Bárbara, la hija de María Ángeles. Otra hija robada por el alcohol que otro toma.
Bárbara Marca Almendros, una preciosa joven de 19 años, salió con sus amigas a divertirse hace un año, como hacen tantos jóvenes. Pero ella tuvo la desgracia de cruzarse en su camino con alguien que se ofreció a llevarles en su coche.
Era un joven con un buen coche, deportista conocido, pero que no tuvo la precaución y la responsabilidad de no beber si iba a conducir.
Cinco jóvenes, entre 18 y 20 años, velocidad, alcohol, la mezcla explosiva. Todos heridos, y la peor parada, Bárbara.
El conductor del coche, Marcos, dio en el primer control de alcoholemia de 0,45 mg/l (la tasa permitida es 0,25). El segundo control no pudieron hacérselo por una crisis de ansiedad.
Marcos fue imputado de cuatro delitos: contra la seguridad vial, alcoholemia, homicidio imprudente y lesiones imprudentes. Retirada del carnet y prohibición de conducir. Pero fue puesto en libertad con cargos y, supongo que habrá seguido jugando al futbol. Y, hasta donde yo sé, ni siquiera ha pedido perdón.
Y como he dicho, la peor parada fue Bárbara, que murió al poco de ingresar en el hospital.
Una vez más, demasiada juventud, demasiada irresponsabilidad, y una nueva tragedia: otra familia rota
Conozco ya tantas familias rotas por el alcohol que otros toman, u otras drogas, o la velocidad, que me parece que continuamente me repito.
Los padres de Bárbara están destrozados, y nuevamente pienso que tengo mucha suerte. La suerte de que quien mató a mi hija no es conocido, porque los padres de Bárbara, muy probablemente, tendrán que conocer noticias de cómo este jugador ha seguido con su vida, su profesión…
Queridos jóvenes, ya no sé cómo decirlo: bailáis con la más fea, la muerte. Y en ese baile, si no sois vosotros siempre habrá algún otro que tendrá su último baile, sin merecerlo.
Y nosotros, los padres, nos desangramos por la herida abierta con la pérdida de nuestros hijos. Y por mucho tiempo que pase, esa herida no cierra. Aprendes a vivir con ella, a ocultarla, pasado un tiempo, el tiempo que los demás piensan que ya es hora de pasar página.
A los padres de Bárbara aún les queda mucho por pasar. Solo ha pasado un año. El primero, ¿el peor? Ya no hay nada peor.
Jóvenes, el alcohol y la gasolina no mezclan, explotan.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta, también, por la acción de un conductor con alcohol.
Hace unos meses, en el encuentro de Alaia y mas croncretamente la noche del sábado durante la cena tuve la ocasión de conocer a los padres de Bárbara y me parecieron unas personas estupendas. El rostro de dolor Mariángeles lo decía todo y me sorprendió que el padre conociera personalmente al fiscal delegado de seguridad vial de Alicante (Pablo Gómez Escolar), el mismo que ha cometido sorprendentes errores en el caso del salvaje atropello de mi hija.
Hace unas semanas se me revolvía el estómago al escuchar por la radio al padre del futbolista acusado hablando muy afectado sobre la pérdida del abuelo (el futbolista Marquitos) y yo pensar en el mayor dolor de los padres de Bárbara que produjo su hijo.
Flor, me gustaría que les pudieras dar un fuerte abrazo de mi parte a los padres de Bárbara en estos durísimos momentos. Gracias.