Supongo que cuando el hombre invento el automóvil no era consciente de que inventaba un arma que podía matar. Es más, incluso me atrevo a elucubrar que pensaría que sería más seguro que aquellos caballos con los que hasta entonces el hombre se movía, y que a veces se desbocaban. Pero el cambio de caballos de carne y hueso por caballos de metal, trajo velocidad, sí, progreso, pero también destrucción, porque el hombre tampoco terminó de controlarlos, y otros los controlaron pero para matar.
El automóvil, que nos trae, nos lleva, nos transporta a otros lugares, en un tiempo corto, es una herramienta en manos, a veces, inexpertas, otras, agresivas, inconscientes, y en algunos casos, asesinas.
Pero es un arma «inocente», nunca se verá como una pistola, un cuchillo, una espada, una bomba… porque no se le supone ese fin, pero matar, mata.
Y ya sé que todos podemos morir por muchas circunstancias, accidentalmente, y con un coche se presupone que ni tú quieres morir, ni matar, pero mueres, y matas. Ya lo creo que matas. Y lo llaman accidente. Y según una frase de una película, lo llaman así para que los culpables no se sientan tan culpables. Y las leyes sean más benévolas. Pero el dolor y el daño es el mismo que en cualquier muerte.
Permitidme esta reflexión en el día del cumple de mi hija. Treinta y cuatro años, y catorce sin celebración, porque un hombre se permitió conducir borracho, una inocente arma de matar.
(Del humorista Gráfico José Manuel Puebla Ros)
Feliz cumple sin velas, querida hija.
Flor Zapata Ruiz, madredHelena, muerta por la acción de un conductor borracho.