Dicen que el transporte en avión es diez veces más seguro que en coche. Me lo creo. De hecho no tenemos nada más que ver el número de víctimas de siniestros de tráfico y el de siniestros de aviones, pero cuando se produce un accidente en avión, las posibilidades de salir con vida son muy escasas.
Lo que si comparten estos dos medios de transporte son el concepto de “accidente”.
Ayer, cuando todas las noticias daban por seguro que no había supervivientes, me dolía escuchar la palabra “accidente”, porque lo que ya era seguro es que era un siniestro, una tragedia.
La mayoría de esos mal llamados accidentes de coche, son debido a errores humanos, muy pocos a problemas del automóvil. Y la gran mayoría de siniestros aéreos se deben a problemas mecánicos.
Hoy, después de la tragedia, se oyen voces de que cada vez es mayor la influencia del equipo, la mecanización del aparato, dejando menor espacio al factor humano, produciéndose así algunos de los problemas que, a veces, podrían ser resueltos si la implicación del piloto fuera mayor.
Hablo de lo que he creído entender, no tengo ni idea sobre esto, pero me llama la atención que casi se eche de menos el factor humano.
A mí me resulta, todavía, casi incomprensible que un aparato tan enorme se pueda mantener en el cielo, y me sigue imponiendo respeto. Jamás pensé que mi hija pudiese tener un problema con el coche, era buena conductora, responsable, y el coche, aunque no era ninguna cosa del otro mundo, estaba bien, cuidado, pasado sus revisiones… Pero cada vez que decía que venía de Holanda en avión, me ponía mala.
Recuerdo que su último viaje desde Holanda, para ella fue una experiencia fenomenal, venía encantada. Le habían pasado a business class, porque la persona que iba a su lado quería ir acompañada de otro amigo que viajaba en business.
Creo que ella nunca tuvo miedo de viajar en avión, y tampoco de conducir, pero perdió la vida en un coche, y tampoco fue la culpa del coche, sino de alguien que conducía borracho.
Cuando la noche anterior al fatídico accidente aéreo de los Alpes soñé con una masacre, con la muerte de muchas personas y me desperté angustiada, no tenía ni idea de lo que iba a ocurrir, solo sabía que algo muy grave iba a pasar, pero creía que sería algo cercano a mí, algo que me afectaría directamente.
Ahora entiendo que lo que ha sucedido también me afectaba. Y a quién no.
Cada tragedia renueva en los que ya hemos padecido alguna, un regreso a nuestro momento, a nuestro primer contacto con ese dolor insoportable, incomprensible, inimaginable, insuperable.
Quizás este dolor fuera menor si desde que nacemos nos enseñaran que unido a ese instante de vida, y desde ese preciso momento, llevamos aparejados la muerte. Pero nadie quiere pensar en la muerte, ni hablar de dolor. Cerramos los ojos y nos engañamos pensando que no nos moriremos en toda nuestra vida. Algo que decía el abuelo de mi marido y que es de lo más real.
Mi solidaridad con estas nuevas víctimas. Vuestro dolor es también el mío.
Victimas de siniestros de tráfico en lo que va de año, 222 personas, solo en España, y creo que solo en carretera.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.