(Lazo naranja de las víctimas de tráfico)
En unos días se habló mucho del Juez Enrique López, su conducción borracha, sin casco, saltándose un semáforo, fue tratado en casi todos los medios. Su grado de alcoholemia, 1,20 y 0,99 en la primera y segunda comprobación con el etilómetro, negándose a realizar la prueba de extracción de sangre. Índice parecido al que llevaba el que mató a mi hija, su dimisión del Tribunal Constitucional, etc., llenó los diarios. Hasta mi carta al director fue publicada. Pero siguiendo una frase de la reciente fallecida Ana María Matute “todo se acaba, todo se olvida”.
Y eso es lo que ha tratado de hacer este juez, ayudado por otros jueces. Echar tierra, dimitir del tribunal Constitucional como un gran ejemplo, ya que hoy en día nadie dimite, y luego pedir su reingreso en la Audiencia Nacional. Pero era solo una estratagema para poder hacer otras cosas, para silenciar algo vergonzoso, nada ejemplar, y poder cerrar puertas para poder abrir otras.
Tuvo, incluso, la suerte de que al día siguiente de saberse de su mala acción, el rey Juan Carlos abdicara, con lo que la noticia dejo de serlo para pasar al olvido.
Su salida del tribunal le ha permitido que en trece días un juzgado madrileño de Plaza de Castilla celebrara juicio rápido y dictara sentencia verbal en el momento (Para que luego digan que la justicia es lenta). Si no hubiera dimitido del Tribunal Constitucional, tendría que haber pasado por el banquillo de los acusados del Supremo. Entonces, habría sido un juicio más lento y notorio.
El juicio se realizó el día 14, sábado, ¿desde cuando se realizan juicios los sábados? Un juicio rápido, discreto, sin publicidad, y la sentencia, ocho meses de retirada del carné de conducir y una multa de cuatro meses a doce euros diarios, lo que supone 1.440 euros.
Parece ser que como su delito no ha sido doloso, no tiene que cesar en su cargo y en una semana podría reincorporarse a su puesto en la Audiencia.
Asunto zanjado. Quién mejor que él o los que le arropan para saber qué hacer en todo momentos y qué parte de la justicia le beneficia.
En pocos días, todo estará olvidado, y el juez López habrá salido y entrado por la puerta falsa, esa de la que decía el clásico, “casa de dos puertas, mala de guardar”.
Y Juan José Millás en su artículo titulado “ Durmamos Tranquilos”, en el País Semanal del pasado 22 de junio, que recomiendo os leáis, decía que este personaje es un tigre de papel y podemos dormir tranquilos. Eso era en ese magnífico artículo hecho con mucha ironía y con gran dosis de psicología. Pero nosotros, las victimas de la seguridad vial, del terrorismo vial, que vemos día tras día como nuestros muertos aumentan y las sentencias a los delincuentes viales no, única forma en la que se resarciría, un poquito, nuestra pena y dolor, no podemos estar tranquilos, no podemos dormir tranquilos. ¿Cómo se va a enfrentar este juez a un delincuente vial, especialmente esos que conducen con alcohol u otras drogas? ¿Con qué cara va a mirar a alguien que ha hecho lo mismo que él? ¿Qué autoridad moral tendrá para condenar a otro delincuente?
NO, las víctimas de esos mal llamados accidentes de tráfico ni estamos tranquilos, ni podemos tragar más sapos.
Esperemos que su señoría, una vez recuperados todos sus privilegios para utilizarlos a su favor, no reingrese en la Audiencia Nacional. Que los mismos que le auparon se lo lleven. Que le den un carguito. Que le eviten el pasar ese mal trago. Por su bien, y por el nuestro. Necesitamos mujeres del Cesar (Ver carta completa). Jueces benévolos y comprensibles con los delitos contra la seguridad vial, ya tenemos muchos.
Firmado, Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por un conductor borracho… y, supongo, muchas miles de víctimas más.