Los valores se ponen en casa

 

(Extraido de diariovasco.com, Articulos. 07.11.2006)

 
«Los valores se ponen en casa «
BORJA MARTÍNEZ DE BEDOYA/DIRECTOR GENERAL DEL GRUPO EDUCATIVO COAS 

Quizá el título de este artículo parezca demasiado atrevido, más teniendo en cuenta que sobre la educación ya no hay nada que inventar. Estoy de acuerdo, no pretendo innovar, sino sólo recordar algo muy básico, muy conocido, pero a veces no suficientemente valorado: la clave del éxito del sistema educativo pasa por la relación entre la familia y el colegio.

La tarea educativa abarca muchos aspectos: la educación como personas, la socialización de los alumnos y la adquisición de unos conocimientos necesarios para la vida. Para alcanzar estos objetivos necesitamos la colaboración entre la familia y el colegio.

Para poder educar correctamente a nuestros hijos, a nuestros alumnos, debemos ir en la misma dirección en casa y en la escuela. En este sentido nada se ha demostrado más eficaz que la acción tutorial, confiada a un profesor capacitado para seguir la marcha de cada alumno y tener contactos regulares con su familia. Cada niño o niña es diferente y así deben ser tratados. No hay mejor sistema que este intercambio de ideas, de experiencias, entre el profesor tutor y la familia, para llegar a buen puerto en la tarea educativa. Asimismo, las escuelas de padres, que cada día se demandan más en los centros escolares, se ha demostrado una herramienta muy útil para ayudar a los padres en la aventura de educar a sus hijos.

Pienso que los responsables de las políticas educativas deben tener esto presente. En este sentido me parece interesante la afirmación de la consejera de Educación de Galicia, Laura Sánchez Piñón, publicada en una entrevista en el periódico Magisterio: «La responsabilidad no sólo está en el profesor ni en el sistema educativo. Los valores y la ética personal, en el 70% de los casos, está marcados por la familia. Yo soy madre y tengo muy claro que los valores se ponen en casa, el sistema educativo acompaña y los padres participan. Hemos partido de un sistema autoritario y ahora estamos en el otro lado».

Es interesante este último párrafo. Es una triste realidad encontrar en los medios de comunicación, cada vez con más frecuencia, noticias como esta publicada en un conocido periódico: «El 72% de los profesores de instituto corre el peligro de caer en la depresión por miedo a sus alumnos, según un estudio realizado en Madrid». Pienso que la profesora de la Universidad Carlos III de Madrid, María Calvo, explica muy bien las causas y, por tanto, las posibles soluciones de esta situación al afirmar que «la solución al preocupante problema de la violencia en las aulas pasa por acudir a su origen y causas: la crisis de la familia, el desprestigio del esfuerzo personal y la falta de autoridad».

Es verdad que el profesorado debe ganarse la autoridad en el aula y fuera de ella, pero también se le debe dar la confianza necesaria para que lo consiga. Los médicos, los profesores, los misioneros, las enfermeras, los cooperantes, etcétera, ejercen profesiones que conllevan un deseo de ayudar a los demás, de estar disponibles para atender y ayudar a las personas que les necesiten. Por tanto, de entrada, su labor demanda respeto y merece también una cierta admiración.

Lógicamente, esto exige a los docentes estar a la altura de las circunstancias: deben estar bien preparados para impartir las materias que les corresponden y hacerlo con una pedagogía atractiva y actual. Además, de los profesores esperamos que sean educados, laboriosos, alegres, serviciales, que sepan trabajar en equipo… las mismas virtudes que se piden hoy en las empresas y que queremos que enseñen a nuestros hijos y alumnos.

Educar es una aventura, cada alumno o alumna es distinto, y para sacar lo mejor de esa persona, durante esa etapa de desarrollo y formación que es la edad escolar, no podemos hacer otra cosa que trabajar juntos la familia y el colegio.

Acerca de Flor Zapata Ruiz

Ahora soy una madre sin hijos. Mi única hija murió por un conductor con alcohol en abril de 2005. Desde entonces escribo para concienciar, especialmente a los jóvenes, sobre los peligros de una conducción no responsable.
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