Esta mañana me levantaba con la noticia: 31 persona s fallecidas en los siniestros de tráfico de este fin de semana, fiesta de la Virgen en toda España. El fin de semana más trágico de todo el año
Supongo que esa cifra de 31 personas no recogía los cuatro hombres que perdían la vida esta madrugada en la AP-6. O tal vez sí. Lo único que sé es que este fin de semana han perdido la vida muchas personas. Demasiadas. Muchas mujeres. Algún bebé. Nueve moteros.
Más muertos que el año pasado, cuando hubo un día de fiesta más. Las estadísticas a la baja se iban al cuerno.
Durante todo el fin de semana he estado viendo, en todas las cadenas de televisión, como el país disfrutaba de sus fiestas, casi todas en torno a la Festividad de la Virgen y todas a los desplazamientos y con el miedo de que el alcohol estuviera por medio. Pero cuando leo los resultados y las causas de estos siniestros no me encuentro nada relacionado con el alcohol. Quizás porque eso no se sabe hasta más tarde.
De los 24 siniestros 13 han sido salida de vía, 9 colisiones y un atropello de un animal. Las causas, dicen, 9 excesos de velocidad, 9 por distracciones y el resto por otras infracciones.
Y aunque la DGT había previsto un aumento del 10% de desplazamientos que un fin de semana normal y había puesto todos sus efectos disponibles, el resultado ha sido así de catastrófico.
¿Qué ha pasado? ¿Hemos bajado la guardia? ¿Nos ha abandonado la Virgen?
Hasta hace 4 años, yo también celebraba las Fiestas de la Virgen de Agosto. Tenía motivos para ello. Y junto con mi marido y mi hija nos echábamos unos buenos bailes en la verbena.
¡La Virgen, qué desastre!
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.
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