La curva de Juan. Un cuento de Navidad

El lunes, el día de la nieve en Madrid, me pasaron muchas cosas especiales, quizás por el influjo de la Navidad.

La nieve me traía recuerdos de mi hija. Alguien, en la nieve intacta del alrededor de la piscina, se tumbó y originó dos ángeles que desde la altura de nuestro piso se apreciaban perfectos, como jamás había visto. Después las interferencias de la radio me trajeron “Esperaré” y por último recibí un mail desde el instituto de Paolo Coehlo con la deferencia del envío de un cuento de Navidad titulado “Una historia de Navidad”, publicado en las columnas que este prestigioso escritor tiene en algunos periódicos del mundo.

 Esta historia de Navidad, maravillosa como todo lo que escribe, hablaba de una leyenda sobre unos  ángeles que vienen a la tierra por Navidad, para preparar a la misma para el nacimiento de Jesús.

 Como en estos días ando muy enfadada por la parte que me ha adjudicado la vida o el que maneje los hilos, no pude evitar contestarle:

 Estimado Escritor:

Gracias, por el cuento de Navidad.

Desde hace 5 años, no celebro la Navidad, pero escribo un cuento.

Es un cuento muy especial, aunque no es ninguna obra literaria. Se trata de cuento para concienciar sobre las muertes en la carretera. Con ellos quiero pensar que, cada Navidad, conseguiré salvar una vida.

¡Qué presuntuosa, verdad!

El del año pasado se titulaba «Te estás durmiendo». Y el ángel que aparece en él es un ángel muy terrenal, aunque ya no está en este mundo: mi hija.

El de este año se titula «La curva de Juan», pero aún no lo he puesto en el blog. En él habrá otro ángel, un joven que murió en un punto negro de una carretera.

Lo siento pero mis personajes no tienen relación con ningún Dios, porque él se olvidó de mí o se acordó pero solo para hacerme mucho daño.

Le deseo lo mejor para el nuevo año.

Muchas gracias por la deferencia de enviarme su cuento.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, que murió por la acción de un conductor borracho.

 

Pues igual que la tradición que sigue Paulo Coehlo pero, por supuesto, sin la calidad literaria de éste, aquí está mi cuento de Navidad. El de este año está basado en un hecho real. Tan real como que anoche mismo podía hablar con la madre de Juan.

Parte del belén que montaba Helena

La curva de Juan. Un cuento de Navidad

 

Eran las segundas navidades sin él, por eso habían decidido salir huyendo. Cuando la felicidad de los otros te desborda, te hiere y duele, porque tú no puedes estar a la altura de la alegría de los otros, lo mejor es salir por la puerta de atrás, sin hacer ruido.

Ese amor que había encontrado en su edad madura sabía y conocía de su dolor y tristeza y estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para que aquellas fiestas no supusieran una mayor pena para ella. Lo mejor sería realizar un viaje a otros lugares, donde nadie les conociera, donde nada les trajera recuerdos, donde  su tragedia fuera desconocida. Y llegaron hasta Venecia. No podía haber nada más romántico. Después serían otras ciudades más de Europa: Viena, Bruselas, París. Romántico París, quién podía pedir más, pero ella tenía su cabeza perdida en otro amor.

Luis, el artífice de este viaje, intentaba  con gran empeño que éste fuera inolvidable, pero también era consciente de que una madre sumergida en el mayor dolor es difícil sacarla de él para  traerla hasta la felicidad. Él también era padre, podía ponerse en su lugar, pero sólo desde el acompañamiento. Compadeciéndose de ella, porque como Jorge Bucay define: compadecer es comprender el dolor del otro.

Ella, desde hacía un año, tenía en su cabeza un único pensamiento y una frase: “Lo sentimos, señora, ha sido una fatalidad. El chico llevaba el cinturón puesto, tampoco iba a gran velocidad, fueron las circunstancias.  Las condiciones meteorológicas tan adversas.

¿Qué condiciones? ¿La lluvia? Uno no se mata porque llueva. Su hijo era prudente, ella sabía que seguro que habría aminorado la velocidad si las condiciones lo exigían. Tuvo que pasar algo importante para que perdiera el control del coche de esa forma y alguien tuvo que verlo, pero ¿cómo saberlo?

Pasaron las Navidades viajando y visitando lugares maravillosos. Eso sí, evitando las celebraciones. Tenían ese pacto.

Los días pasaron veloces y llegó el regreso. Se turnaron a la hora de conducir para volver a España. Y ahora ya estaban muy cerca de Madrid, en la Carretera de Burgos y faltando pocos kilómetros. Era María quien conducía en esta ocasión. Luis dormía en el asiento del copiloto. De repente el coche perdió velocidad. Fue demasiado evidente y en muy pocos segundos, hasta el punto de despertar a Luis. Enseguida fue consciente de dónde estaban y comprendió esa disminución de velocidad.

–    Menos mal, cariño, que te has dado cuenta.

–    ¿De qué?

–    De reducir velocidad en esta curva. Es muy peligrosa. Su trazado es equivocado y el peralte está al revés.

–    Yo no he hecho nada.

–    ¿Cómo?

–    Que no he reducido la  velocidad, ha sido el coche solo. Estaba a punto de despertarte para decirte que al coche le pasaba algo.

–    No, no, al coche no le pasa nada, simplemente has levantado el pie de acelerador, afortunadamente.

–    Te juro que no he levantado el pie. Unos cien metros antes de entrar en la curva el coche ha empezado a disminuir la velocidad. Él solo. No había llegado a la curva y, supongo, que tampoco habría reconocido que la curva fuera peligrosa.

–    Vale, cariño, el caso es que hemos salido de una curva muy peligrosa. Si el suelo hubiera estado mojado o no hubieras reducido de velocidad, nos la habríamos pegado.

–    Te digo que yo no he reducido la velocidad.

–    Bueno, bueno, no te pongas así.

María, en ese momento, sin quitar la mirada de la carretera, hace un movimiento de asentimiento con la cabeza y  dice -Vale, Juan, lo he entendido perfectamente.

–    ¿Qué? Me has llamado Juan.

–    No, no hablaba contigo.

–    Has dicho: vale, Juan.

–    Hablaba con mi hijo.

Luis no preguntó más, entendió que ese era uno de los momentos de María y Juan.

Para ella había sido una señal. ¿Qué le había querido indicar su hijo? ¿Una curva mal trazada? ¿Era eso? Nadie le habló de esa posibilidad. Y a las preguntas que ella se hacía siempre alguien contestaba – ¿qué más te da? Ya no se puede hacer nada.

Al día siguiente, María, comenzó a investigar sobre el lugar donde su hijo había perdido la vida. No podía conformarse con una escueta explicación: “la fatalidad”. Y encontró que había muchas cosas por investigar. Conoció cómo otras personas habían perdido la vida en la misma carretera que su hijo y, sobre todo, supo que él se la dejó justo en uno de los puntos negros de esa maldita carretera, que oficialmente tenía, además de ese,  7 puntos  más.

Lo que durante un año había sido un conformismo deprimente, se había convertido en una rabia que generaba una fuerza inesperada. Su hijo no solo le había salvado la vida, le había dado la pista para investigar y no cejaría en ello hasta que descubriera qué le pasaba a la curva donde se mató Juan.

 Si la culpa fue del trazado de esa curva, haría todo lo necesario para que la misma fuera modificada y no murieran más personas. Ese era su nuevo espíritu. Un espíritu que le había llegado con la Navidad.

Y así comenzó su lucha: Contrató a un abogado y un perito para estudiar el lugar donde murió su hijo. Inició un pleito que sabía duraría muchos años, pero no le importaba. Tenía todo el tiempo del mundo. Hasta que se volvieran a encontrar  el tiempo le podría parecer eterno si no hacía nada y, cuando  por fin sucediera, no quería llegar hasta su hijo con las manos vacías.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

Dedicado a la madre de Juan y a todos los que pierden la vida en los malditos puntos negros de nuestras carreteras.

 

 Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

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6 respuestas a La curva de Juan. Un cuento de Navidad

  1. Tery dijo:

    Flor, como siempre me has hecho vibrar, no te puedo dcir si de emocion por lo bien narrado dela historia o de coraje por la indolencia de las autoridades que sin averiguar los hechos, expresan a las familias unas condolencias, que para mi son aprendidas de memoria y recitadas sin asomo de dolor.
    Felicita e la mami de Juan en mi nombre…. y por mi parte se que fue Juan quien le detuvo el coche y ese tipo de conversacion personal …UO TAMBIEN LAS TENGO CON MICHEL..Disculpa que este escrito va sin acentos..pero lo estoy haciendo desde el trabajo.

    ADELANTE CON TU HERMOSA LABOR.

    Tery
    Michel’s Mom Forever

  2. Gracias Flor
    donde mi hijo Aday murio tambien es una curva muy mala es como tu dice es un punto negro de Fuertevendura antes que mi hijo muriera 24 horas antes tambien murio otro chico
    un abrazo para ti y como no para la madre de Juan
    los quiero chicos les mando miles de besos hasta el cielo

  3. manoli dijo:

    gracias flor y como siempre te admiro por todo el apoyo que nos das un beso .manoli madre de edu

  4. lydia, madre de Carolina dijo:

    Hola querida Flor,

    Una navidad más ! Yo también creo que nuestras hijas
    están cerca de nosotras y que nos ayudan a salir adelante.
    Gracias por tus escritos que siempre tienen un sentido profundo de la vida.
    Un abrazo muy fuerte.
    Lydia, mami de Carol

    • No he querido leer este email hasta pasados los dias claves de estas Navidades (24-25), tengo que estar pendiente del resto de mi familia un hijo que marchó a China después de la tragedia, unas nietas que son dos soles ¿verdad Lidia? una hija que se quedó sin su hermana y sin unas tias para sus hijas.
      Hace 6 años que empezarón a reducirse los accidentes pero nosotras somos de hace 7 años y aqui seguimos con nuestros sufrimientos y con la pregunta ¿PORQUEEEEEEEEEEEE?

  5. Esther dijo:

    Hola flor.
    Gracias por este cuento tan bonito y en estos días tan malos.

    Un abrazo a todas las madres que están pasando por lo mismo que nosotras.

    Ya sabes que tú me ayudas muchísimo y siempre me ha gustado hablar contigo porque eres quien mejor me entiende.
    Gracias y un beso de los dos.
    Esther, madre de JUAN.

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