¡Anúdate a la vida!

lazo víctimas de tráfico

Con el último accidente de autobús escolar ha quedado más que demostrado que el cinturón salva vidas.

Si ese autobús no hubiera llevado cinturones y otras medidas de seguridad, es más que probable que hoy, en lugar de haber heridos hubiera muertos.

Cuando se comenzó a pedir que los niños llevaran puesto los cinturones en los autobuses parecía que era un capricho de los padres, o una exigencia más de esos locos empeñados en la seguridad vial. Hoy por hoy, está demostrado que el cinturón salva vidas, aunque, también, y por desgracia, está comprobado que a veces, no la salva.

Y no la salva cuando intervienen otros motivos, como el estado de la carretera, la velocidad, el alcohol, y el teléfono. Aún no sabemos si alguno de estos elementos está inmerso en este último accidente, que puede que alguno de ellos fuera el motivo.

La DGT comienza una nueva campaña de concienciación y control del uso del cinturón y los sistemas de retención infantiles, supongo que ya estaba programado y no ha tenido que ver con este último hecho vial, pero yo me pregunto, ¿qué pasa con los autobuses urbanos?

En éstos, se incumplen todas las normas de seguridad: pasajeros de pie, sin cinturón, y bastante uso del móvil.

¿Es porque se supone que no es la misma velocidad que en la carretera? ¿Es porque en la ciudad no hay peligro? ¿Es porque no hay para más autobuses?

Hay ciertas cosas que depende para qué o dónde nos parecen excesivas: el casco para los ciclistas, el cinturón para los autobuses de ciudad…

¿Y qué pasa con los autobuses de línea entre pueblos y ciudad? Ellos hacen casi todo el itinerario por carretera.

Hay cosas que depende de quién sea la responsabilidad. De momento, y siempre que puedas, es tu responsabilidad abrocharte el cinturón, si lo tienes. Así que, «Anúdate a la vida», mientras puedas. Ya se encargarán otros de quitártela.

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.

Acerca de Flor Zapata Ruiz

Ahora soy una madre sin hijos. Mi única hija murió por un conductor con alcohol en abril de 2005. Desde entonces escribo para concienciar, especialmente a los jóvenes, sobre los peligros de una conducción no responsable.
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