Hay una tradición en mi familia que, reconozco, es una superstición, pero que no falla. Esta noche, he soñado con niños, y cuando se sueña con niños, algo malo pasa.
Y cada vez que refiero esta superstición, mi marido se enfada, pero, hoy, en la piscina me he golpeado la cabeza, he llegado a casa y se me han caído los platos, no quedado entero ninguno, y poco después, he escuchado en las noticias de la muerte de dos jóvenes, en una motocicleta, en Sanlúcar de Barrameda.
Lo que más me ha dolido ha sido la muerte de estas dos jóvenes. ¡Qué pena! ¡Cuánto dolor les queda por pasar a estos padres.
Las dos jóvenes, Sara M.B y María Jesús Q.G, tenían unos diecisiete años, se dirigían a su instituto en un ciclomotor. Y parece ser que no ha sido culpa de ellas, sino de la niebla, de un coche que estaba parado y otro le ha adelantado chocando con ellas, ¿quién sabe cuál ha sido el culpable? Lo que si se sabe es que esta es una muerte más de jóvenes, que pasa a engrosar esa estadística de que la muerte de jóvenes entre 15 y 19 años, por siniestros de tráfico, es la principal causa de muerte, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud. Y, en nuestro país, una más en carreteras secundarias o convencionales.
Hacía mucho que nos escribía sobre un siniestro en concreto. Creía que ya lo tenía superado, pero, además de cumplirse la dichosa superstición, es que me encuentro en espera de dar una charla a jóvenes de institutos, como ya lo he hecho en ocasiones anteriores, y esto me ha removido especialmente.
Cada vez que les hablo, cada vez que me preparo la presentación, lo afronto con miedo y con dolor. Miedo porque nunca sé cómo van a responder esos jóvenes llenos de energía y hormonas, ante esta madre, y dolor porque rememoro ese fatídico día en el que en mi teléfono había un mensaje.
Creo que todo el tiempo que los ayuntamientos dediquen a los jóvenes en la concienciación sobre los siniestros de tráfico, o sobre las drogas, el bullying o el maltrato de género, es el tiempo mejor empleado. Es el mejor temario para la educación.
Pero hasta que estos jóvenes dejen de ser los futuros conductores y se conviertan en los conductores presentes, me temo que seguiremos teniendo esos mal llamados accidentes de tráfico. Porque un niño, un joven educado en seguridad vial, es un futuro conductor concienciado. Y un conductor concienciado es aquel que no hace un adelantamiento cuando las condiciones climatológicas no son buenas, cuando no tiene buena visibilidad. Un conductor concienciado es el que no conduce con alcohol u otras drogas. Un conductor concienciado es quien adelanta a un ciclista dejando la suficiente distancia de seguridad. Un conductor concienciado es el que respeta los pasos de peatones y al conductor que lleva por delante. Un conductor concienciado guarda su vida y la de los demás.
Queridos padres de Sara y María Jesús, vuestro dolor es también el mío. Mi pensamiento está con vosotros.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.