Ya os he hablado de la moto de mi padre, pero claro, en principio éramos tres, después fuimos cuatro y la moto se quedó pequeña.
Por ello, mi padre decidió comprar un “sidecar”.
Me imagino que sabréis lo que es o lo habréis vito en alguna película. En las películas sobre la 2ª guerra mundial salían, las llevaban los alemanes.
Sí, es eso que parece una especie de barquilla, que se acoplaba a un lado de la moto, se enganchaba a ella a través de unos artilugios y la moto se convertía en un 3 plazas.
El sidecar, tenía un protector delantero como si fuera la luna de un coche y una capota que se podía poner para cubrir cuando llovía.
Moto y sidecar
Aquello era lo más parecido a ir en un coche, que por aquella época no había muchos.
Es como si fueras montado en los “cochecitos de las ferias”, pero sin dar vueltas siempre en el mismo sentido. Era “guay”, bueno por entonces no se decía guay, ¿cómo se decía?, no me acuerdo, quizás “chachi piruli”.
En invierno no te mojabas, no entraba frío, pero, también es cierto, que ir fuera en la moto, con el aire de frente en las noches de verano, era una sensación especial.
¡Fantástico!, pero todo tienes sus pros y contras.
Había que montar y desmontar el dichoso cacharrito, cada vez que había que meter la moto en casa, por la puerta no entraban las dos cosas a la vez. La conducción también era distinta. No es lo mismo llevar una moto que llevar esta con un apéndice que cuando coges las curvas cada cosa puede ir por un lado.
Al principio a mi padre le costó un poco hacerse con el nuevo artilugio, creo que la primera vez casi se va al río, el cual había que bordear para ir al pueblo, con el consabido susto de una tía mía que iba con él. Por suerte, no llegaron hasta él.
Después, mi padre que siempre fue un gran conductor de cualquier artilugio que se pusiera en sus manos; ya os hablaré en otra ocasión como él, desde muy joven, era “maquinista de extracción”, se hizo con la moto y el sidecar y así pudimos hacer viajes al pueblo toda la familia y excursiones a ríos y pantanos.
¿Os acordáis cuando os decía que desde que nací había estado motorizada?. Este fue un artilugio más en el que puedo decir con orgullo que viajé.
Otro día os contaré más historias del “sidecar y la moto de mi padre”.