Fundido en negro

Cuando comienza el verano, se inician los preparativos para los desplazamientos: La DGT sus campañas de salida de coches. Este año se piensa que habrá 84 millones de desplazamientos entre Julio y Agosto.

 

Los buenos conductores su coche para ese desplazamiento de largo recorrido: puesta a punto, ruedas… Y los que no conducen y no se tienen que preocupar del coche,  los libros que este año se proponen leer y que muchos de ellos volverán sin haber sido abiertos.

 

Los periódicos también comienzan sus publicaciones de verano con nuevas secciones acordes con la etapa veraniega: viajes, relatos, pasatiempos, cotilleos.

 

El País, hace días que comenzó la publicación de su “revista de verano”. Este año, con una sección de relatos de intriga, denominados “fundido en negro”. Yo que, desde que intento ser aprendiza de escritora, rastreo todo aquello de lo que pueda aprender, enseguida tomé buena nota de esta sección, pero hasta ahora no había comenzado a leerlos.

 

El otro día, de todos los relatos publicados diariamente y que había ido recopilando, comencé a leer uno. El primero que cayó en mis manos. Su título “Quid Pro Quo”  Y cual sería mi sorpresa: ¡Pero si es mi tema preferido!

 

Como no quiero destripar el relato, aquí va:

FRAGMENTO LITERARIO: relatos fundido en negro

‘QUID PRO QUO’

LUIS GARCÍA JAMBRINA 21/07/2009

Desde entonces, no he dejado de repetírmelo una y otra vez: ten cuidado con lo que deseas, porque podría cumplirse de la manera más inesperada. Aquella tarde, yo había quedado con una amiga en un bar del centro, para hablar de las vacaciones de verano, pues pensábamos viajar juntas durante una semana. Cuando ya se iba, me preguntó por mi marido.

-Sigue igual -le contesté-. A veces, créeme, desearía que se muriera.

Después de despedirnos, me dirigí directamente al metro para volver a casa. No habíamos efectuado aún ninguna parada, cuando se me acercó un hombre cuyo aspecto me inquietó.

-Discúlpeme -comenzó a decir-. No he podido evitar oír lo que comentaba de su marido.

-¿De qué me habla?- pregunté yo, sorprendida.

-Ya sabe, lo que le contó a su amiga en el bar. Si usted quisiera -añadió, tras una breve pausa-, yo podría convertir sus deseos en realidad.

-¡¿Está usted loco?! -exclamé.

-No se excite -me ordenó él-. Si es por el dinero, podremos llegar a un acuerdo.

-¡Es usted un cabrón! -le grité -. Apártese de mí, si no quiere…

Pero fui yo la que se alejó, aprovechando que el metro se había detenido en una parada.

Me había olvidado ya del incidente, cuando, días después, me lo encontré de nuevo en el bar, donde yo había vuelto a quedar con mi amiga.

-¿Se lo ha pensado mejor?-me preguntó, al tiempo que se sentaba a mi mesa.

-No hay nada que pensar -le respondí, una vez repuesta de la impresión-. Y que quede bien claro que lo que usted me oyó decir el otro día -me justifiqué- fue sólo una forma de hablar, no exactamente la expresión de un deseo.

-Usted por eso no se preocupe -me replicó-; la dejaré totalmente al margen. Lo único que tiene que hacer es pagarme…

-Pero si ya le he dicho que no me interesa -lo interrumpí-. ¡Déjeme en paz de una vez!

Por suerte, en ese momento, apareció mi amiga, y el individuo se marchó del bar.

-¿Quién era ese tipo tan extraño?- inquirió ella, preocupada.

-Un chiflado que me pedía dinero- le expliqué yo.

Las semanas siguientes las pasé sumida en un estado de zozobra. Temía encontrármelo en cualquier esquina, pero tampoco podía estar encerrada. Cualquier cosa me ponía en tensión. Una mañana, recibí una llamada de la policía; después de identificarme, un agente muy amable me comunicó:

-Su marido ha muerto.

-¿Mi marido? ¿muerto? ¿cómo?

En un accidente de tráfico.

La noticia me dejó anonadada. Al poco rato, volvieron a llamar.

-Yo ya he cumplido mi parte del trato -dijo una voz que no me era desconocida-. Son sólo 3.000 euros. Le doy una hora para dejarlos, dentro de una bolsa, en el contenedor de la basura que hay enfrente de su estudio.

-¿Y por qué debería pagarle?

-Porque tengo pruebas que podrían incriminarla. Los frenos del coche -me informó- han sido manipulados.

-¡No puede ser!

-Si lo sabré yo.

Pues eso, los accidentes de tráfico hasta en los relatos. Los accidentes de tráfico, para cargarse a una persona.

Pero este verano, serán muchos, nuevamente, los que saldrán y no volverán. Los que se quedarán fundidos con el asfalto. El año pasado 447 muertos y 2.333 heridos graves.

No seas tú uno de ellos. No pongas los medios y facilites las posibilidades.

Aunque esta frase surgió  del trabajo en común con otra compañera de dolor,  lo hicimos y la facilitamos a una asociación de víctimas y ella la ha utilizado. Pero, ahora, más que nunca,  me gustaría utilizarla para expresar mi deseo: “¡Ve, Vuelve y Vive!”

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena.

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