El amor y la muerte de un hijo

«Cuando la muerte entra por la puerta, el amor sale por la ventana». Esta frase se la escuché a una madre que había perdido a su hijo en uno de esos mal llamados accidentes de tráfico, y después se separó de su marido.

¡Y son tantas y tantas las parejas que se rompen después de la pérdida de un hijo!

El dolor es tan grande, tan difícil de llevar, tan complicado de compartir, que muchas parejas se rompen en este trance.

También es cierto que algunas parejas que ya se habían roto antes del suceso, se vuelven a unir para compartir ese dolor, pero no es lo más habitual.

El dolor de cada uno es único. Nadie te lo va a quitar. Y cada uno lo va a manifestar de forma distinta. Por eso es tan importante, respetar al otro en sus manifestaciones y acciones, e intentar compartir, como hasta entonces se ha hecho con el resto de cosas que unen y separan a una pareja pero que se van superando día a día.

La pérdida de un hijo es un golpe mortal para los progenitores, por igual en el hombre que en la mujer, pero cada uno lo manifiesta de forma diferente.

La rabia, el odio, la pena, la angustia, la tristeza, la desesperación, son sentimientos humanos, perfectamente reconocibles y sentidos por todos los que hemos sufrido la pérdida de un hijo, y cada uno los irá sintiendo, manifestando o actuando sobre ellos de forma muy distinta. Y la depresión, como consecuencia, es comprensible y fácil de implantarse, pero siempre habrá una parte de la pareja que intentará salir de ella y ayudar a la otra. Esto no quiere decir que ese otro sienta el dolor de forma menor y por eso se sobrevenga, se sobreponga, que quería menos a la persona perdida. Creo que es solo un mecanismo de defensa de la vida, de la especie, porque la vida está llena de engaños para que no se acabe, para que perdure.

Siempre he dicho que si no hubiera sido por mi marido nos hubiéramos muerto de inanición porque yo dejé de cocinar. Él fue quien se encargó de comprar y cocinar. Él fue siempre quien intentó normalizar nuestra vida.

La mayoría de las veces, es el hombre el que quiere seguir con la vida, el que dice que ya no se puede hacer nada y hay que seguir adelante, por la propia pareja, por el resto de hijos. ¿Es bueno o malo? ¿Tiene que ser así? Pues nada es blanco o negro. Los cimientos más sólidos en cuanto a pensamiento, creencias, sentimientos, se viene abajo, se cambian, se pierden o se encuentran después de una tragedia como la que nos ha ocurrido.

También suelen ser los hombres los que quieren seguir con la vida sexual, algo inexplicable para muchas mujeres, pero algo entendible y explicable para los expertos. Algunas personas necesitan sentirse vivos, ante tanta muerte. Puede, incluso, que tengan mayor actividad sexual que anteriormente a esta desgracia. Es su forma de expresar el dolor y el miedo a la muerte. También ocurre ante problemas de enfermedad.

Y esa forma distinta de llevar el dolor, a veces, desune más que une: ¡Cómo puede querer comer, salir, reír, hace el amor!

Si logramos entender al otro, respetarlo, vivir nuestro dolor y no criticar el del otro, quizás podamos lograr sobrevivir al duelo y no perder más por el camino.

El dolor lo ensucia todo, hasta las relaciones más estables y duraderas. Porque el dolor es sucio, no es bueno, ¿a quién le enseñan a soportar o conllevar el dolor? Aunque la llegada a este mundo suponga nuestro inicio con el dolor, el primer hecho es que nos dan un azote, nadie se prepara para el dolor, sino para la felicidad.

Las mujeres debemos ser conscientes de las diferencias entre hombres y mujeres. Existen en todas las facetas de la vida, mal que nos pese. Y, por supuesto, no iba a ser distinto ante la muerte y el dolor. Pero los hombres tienen, también, que respetar esta diferencia de las mujeres. Recuerdo el comentario de un padre que hace muchos años perdió a su hijo en una moto, también era hijo único, en el entierro de su mujer: ¡Se tiró cinco años llorando y besando su fotografía! Pero lo que me conmocionó es que el comentario lo hacía de forma sarcástica, con asco.

Eso no puede ser, cada uno tiene que respetar el dolor del otro, por mucho que el dolor del otro le produzca más dolor a la otra parte. Porque muchas veces ese es el problema: No quiero que me ensucies con tu dolor. No quiero saber nada de dolor. No quiero sentir más dolor.

Y este tema, que se ha llevado a la pantalla muchas veces, ahora mismo, también se trata en una de las serie más larga de nuestra televisión pública: Amor en tiempos revueltos.

Como a los dos años de perder a mi hija también perdí mi trabajo, el que había tenido durante más de treinta años, me enganché a esta serie.

En la soledad de mi hogar, durante muchas horas, hasta que volvía mi marido de su trabajo, lloraba, escribía, lloraba, y comencé a entretenerme con esta serie que por aquella temporada trataba temas de unos pocos años anteriores a mi nacimiento. También,porque la canción de su sintonía tenía tantas cosas en común con todos los que tenemos que reinventarnos nuestra vida.

Este año, no sé si es su sexta temporada, uno de su personajes ha muerto atropellada por una moto, que estoy convencida se llegará a comprobar que fue la moto que el padre de la víctima no quiso rectificar porque le parecía que eso no debía hacerse porque podía poner en peligro la vida del conductor y la de los peatones. Un tema también de actualidad, muchos jóvenes se matan con sus pequeñas motos que han llevado a talleres que las rectifican y les ponen motores con más fuerza. Pues, la excusa de la muerte de esta protagonista está sirviendo para mostrar como sufre cada miembro de una familia, como lo expresa y los problemas que conlleva la pérdida de un hijo en una pareja.

Aunque algunos detalles son de ficción, hasta lo que llevan emitido está bastante bien reflejado el dolor de una familia y como lo enfrentan y resuelven cada uno de sus miembros. Como los episodios están en internet, os invito a verlos si os apetece, porque en este caso, es la madre la que quiere seguir con la vida, a pesar de su dolor.

Cada uno necesita un tiempo para hacer su duelo y nadie puede decir cuánto tiempo es el necesario. Cada uno se agarrará a una forma distinta de sobrevivir. Cada uno sentirá su dolor de forma distinta, porque el dolor, como todo en este mundo, tiene diversas caras. Pero nadie puede decirle a otro cuando se ha terminado el dolor, como antiguamente se les decía a los niños, después de darles una bofetada: se acabó de llorar, no llores. O los niños no lloran.

El dolor compartido no es menor pero es más llevadero, fue una frase que se me ocurrió en nuestra primera reunión de Madres sin hijos, porque es lo que creo y pienso. Y ese es el mensaje que envío a las parejas.

Todas las parejas tenemos y hemos tenido problemas. ¿Quién no? ¿No discutes con el vecino, con el compañero de trabajo, con el amigo rival de equipo de futbol, con tus padres, con tus hermanos, con tus hijos? Con la muerte de un hijo surgen nuevos problemas, pero el dolor no es motivo para romper una pareja. Si no lo has hecho antes no tomes como excusa este motivo para justificarte. Quizás sea el momento para renovar tu amor. Amor a la vida. El amor que te dejó tu hijo.

Despertar con la luz de la mañana

y renovar otro día mas la fuerza

para amar, en tiempos revueltos

Descubrir sin quererlo así lo frágil que es vivir

decidiendo a cada paso un porvenir

de futuro incierto

No es sencillo avanzar olvidando lo vivido

cuando tanto se ha dado por perdido

y el camino es volver a comenzar

Le canto al viento por todo el que venció su desaliento

le canto al mar por todo aquel que tuvo que olvidar

para empezar

Versión de Nuria Fergó (a la que decían se parecía mi hija)

 

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor con alcohol.

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2 respuestas a El amor y la muerte de un hijo

  1. Flory García Zapata dijo:

    Estoy muy de acuerdo con lo que nos dices aunque en mi caso es distinto. Me tocó a mí, desde el primer día, coger las riendas para intentar sacar la vida de mi marido y de mi hijo adelante.

    Entre intento e intento de suicidio (tres en total), yo sacaba fuerzas no sé de dónde para seguir cocinando (aunque ya os podéis imaginar cómo me salían las comidas de mal, cuando una de mis habilidades es cocinar bastante bien en situaciones normales), para seguir preocupándome de la ropa de mi hijo, para seguir cuidando a los gatos que mi hija nos dejó de herencia, para tener la sangre fría de una semana justo después del atentado, ordenar a mi marido y mi hijo que me acompañasen en el tren hasta Santa Eugenia, estación en la que fue asesinada mi hija el 11-M, como homenaje a mi hija y para poder sacar las fuerzas necesarias para volver a coger el tren, tren muy necesario para mi hijo que tenía que seguir yendo a la Universidad Complutense desde Alcalá de Henares…

    A día de hoy no sé cómo pude hacer todas aquellas cosas. También pasé por la etapa de querer dejar a mi marido porque él sí que se hundió completamente. Se negaba a vivir, a respirar, se cobijaba en su dolor e ignoraba el mío. Para mí esa soledad en compañía era insoportable. Hoy, casi ocho años después, me alegro de no haberlo hecho porque he comprendido que, aunque no haya sexo, aunque no haya alegría, aunque no tengamos la vida feliz que tuvimos, somos compañeros de barco y los dos sufrimos por lo mismo y los dos añoramos a nuestra Angélica y nadie nos va a poder comprender como nos comprendemos los dos en nuestra tristeza.

    • Flor Zapata dijo:

      Flory, es impresionante tu comentario, tu experiencia. Está tan lleno de lucha y de amor. Los que nos robaron lo que más queríamos jamás podrán tener idea del dolor que produjeron ni la fuerza que nos dejaron nuestras hijas para seguir luchando. Querida amiga, tocaya y casi hermana de nombre, lo que nos tenía preparado la vida. Un abrazo enorme. Flor, madre de Helena.

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