El Audi A-4 y el juego de los hilos

 

 

 

Cuando yo era pequeña crecí en un hogar en el que se decía «Juego de manos, juego de villanos» y jamás aprendí a jugar a ningún juego de cartas, naipes, dados o algo similar. Sólo aprendí a jugar al parchís y el juego de la oca.

 

Tampoco se me daban bien los juegos de hilo. Ese juego que consiste en atar un hilo o cordel por las puntas, pasarlos por el dorso de las manos dejando los pulgares fuera y con los dedos medios se comienza a entrecruzar el hilo formando distintas figuras que por su parecido se les llama cuna, camita, araña, etc. 

 

Yo aprendí a hacer lo más básico, pues este juego que se puede ayudar de otro jugador intercambiando los hilos de mano o ayudándose de los dedos del otro jugador para que las formas se vayan complicando, puede llegar a infinidad de figuras

 

Al igual que con otros juegos de mano, no le pude enseñar a Helena, salvo la cunita, porque no recordaba más, pero ella aprendió más, igual que con las cartas que jamás en caso lo vio pero ella aprendió todas las modalidades.

 

El día que vi por primera vez el nuevo anuncio del Audi A-4, me impactó.

 

Pensé cómo le habría gustado este anuncio a Helena y como le habría diseccionado junto con su padre si hubiera tenido la oportunidad.

 

Yo habría destacado su serenidad, evocación al pasado, obra artesanal y a la vez tejiendo futuro. Ella esta vez no se habría echado a reír porque yo no habría necesitado verlo dos veces para entenderlo, como a veces me sucedía con otros y  seguro que nos habría contado no sé que cosa de cómo se había hecho o cual había sido la agencia que lo había creado.

 

Pero ella no está y esta vez sólo hubo silencio.

 

Me parece un anuncio precioso, quizás por que me recuerda mi niñez y mis juegos, porque me relaciona con la pasión de Helena: la publicidad, porque la añoro y siento todo lo que se ha perdido de esta vida, porque como el anuncio, mi vida ahora se mantiene, se forma, se complica con los hilos que tejo como una araña intentando llenar un espacio un hueco que es imposible de llenar. Después, en un segundo, la tensión de esos hilos, se afloja, se suelta y la forma, la vida, desaparece, porque ya nada es igual, porque todo es una ilusión y la realidad una fealdad.

 

Enhorabuena Audi, a Helena le habría gustado.

 

Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor borracho.

www.quieroconducirquierovivir.com

 

Acerca de Flor Zapata Ruiz

Ahora soy una madre sin hijos. Mi única hija murió por un conductor con alcohol en abril de 2005. Desde entonces escribo para concienciar, especialmente a los jóvenes, sobre los peligros de una conducción no responsable.
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