Dieciséis años después de tener que sufrir la locura de perder a mi hija por un conductor borracho, otros padres pierden también a su hijita, por el mismo motivo: el alcohol que otro tomó.
Pero en estos dieciséis años ha habido muchos más casos ¿qué lo hace más relevante, o indignante? ¿Por qué de nuevo me conmueve? Por que se dan casos muy coincidentes. A Leire, la atropelló, en un paso de cebra, un “legionario”. A Helena, hace dieciséis años, la mató un militar, en una autovía, con dos carriles para poder adelantar, envistiéndola por detrás. En ambos casos, el índice de alcohol era muy parecido, cuatro veces por encima del permitido.
Una frase del padre de Leire me recordó a mí misma describiendo el hecho: Iba tan borracho que ni la vio.
Y en los dos casos, aunque pasados dieciséis años, cuando estábamos dando sepultura a mi hija, el conductor borracho estaba ya en la calle. En el caso de Leire, también.
¿Qué hemos mejorado en estos años? Que al individuo que mató a Leire, le han retirado el permiso para conducir. Al de mi hija, ni eso. Tuvieron que transcurrir tres años y medio, hasta que se produjo el juicio, para que se lo retiraran.
¿Qué hay de indignante en este nuevo hecho para que todo un pueblo se manifieste?
Que no hay derecho a que las muertes por siniestros viales, que no accidentes (a ver si desterramos de una vez por todas esa palabra), siguen siendo muy poco castigados y penados.
Las muertes producidas con un coche, cuando se conduce con alcohol y otras drogas, no son un accidente, no es algo fortuito, aunque en este país de buenos caldos y bebedores, nos empeñemos en verlo así. Por algo somos un país que aún no tenemos índice de alcohol “0” para conducir. ¿Por qué? Porque todos bebemos y conducimos, Porque los políticos de turno miran para otro lado y cuando no están en el gobierno dicen que nadie les tiene que decir lo que tienen que beber o no. Porque muchos políticos, incluso altos cargos han sido pillados conduciendo con alcohol.
Es probable que cualquiera de estas preguntas-reflexión de contestación a que las leyes sigan de esta manera. Porque no nos olvidemos que, las leyes que hay son las que dictan los políticos, todos, gobierne quien gobierne, y en dieciséis años han cambiado poco.
Eso sí, llevamos años con un sistema que permite recuperar esos puntos que se pierden por haber dado en un control de alcohol y otras drogas, positivo. A esos conductores se les da una segunda oportunidad. Pero yo creo que ya es tiempo suficiente para tratar de educar, concienciar, y recuperar. Algunos conductores se conciencia, pero otros son irrecuperables, recuperan sus puntos y otra vez a jugar a la ruleta, hasta que hacen diana.
Según información de la DGT, en los últimos controles de drogas y alcohol, diariamente se encontraron con casi quinientos positivos. ¡Eso solo a los que controlaron!
Hace pocos días, un camionero drogado daba muerte a un joven matrimonio y dejaba huérfanos y muy mal heridos a dos niños. Después, el caso de Leire.
Pero por estos hecho no se producen manifestaciones, no se rasgan las vestiduras, los partidos políticos no hacen de ello su bandera, porque todos ellos, miraran para otro lado cuando lleguen al gobierno. Seguirán viéndolo como un “accidente”, y lo llamarán así, para que los que lo han producido no se sientan culpables.
Ojalá este movimiento que se ha iniciado en Cabeza del Buey, no se desinfle, y contagie a otros muchos pueblos, ciudades, que se manifiestan por otras muertes. Y remueva conciencias y voluntades, de políticos y jueces, de víctimas, las más numerosas aunque ni siquiera nos tomen por tal, y se consiga dar una vuelta a la Ley.
La muerte nos iguala, dicen. En los siniestros de tráfico, no es así.
A los que entienden de leyes, a las asociaciones de víctimas, a los políticos, una persona que quita la vida a otro no puede estar en la calle a las 24 horas. Esto tiene que cambiar.
Y por último, a los padres de Leire, ya os he dicho que vuestro dolor es el mío, pero es que hay muchas más semejanzas con mi dolor. Cuando perdí a mi única hija, saque fuerzas para sobrevivir de la escritura, y de esta lucha que siempre se ha plasmado a través de la escritura. Yo convertí a mi hija en un hada buena, en una “mariposa”, la hice protagonista de unos cuentos: “Los cuentos del hada Helena”, que están llenos de episodios de niños que han muerto, en su gran mayoría
Por la acción de otros,
Por la omisión de tantos,
Por la culpa de todos.
Y Helena se encarga de recoger a todos estos niños y llevarlos con ella al país del Rey Melenao, donde intentan ser felices y seguir creciendo. Leire ya está con ella, y Helena la cuidará.
Mucha fuerza para seguir con esta vida. Vosotros tenéis una gran esperanza, ese hermanito de Leire, que vendrá y por el que tendréis que seguir adelante, y que recordará a Leire, como si la hubiera conocido. Un fuerte abrazo.
Y yo, decaeré, me volveré a levantar, por desgracia con casos como el vuestro y …
Y me desangraré en el intento,
viviré rota
por el resto de mi vida
procurando que
tú no seas el bebedor pasivo (Flor, madre de Helena)
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor borracho.