El pasado día 26 de octubre se conmemoró El Día del Daño Cerebral Adquirido, y el próximo día 29 se celebra el día del Ictus. Este, junto con los traumatismos craneoencefálicos, son los dos mayores motivos por los que se produce el DCA.
El Daño Cerebral Adquirido (DCA) es el resultado de una lesión súbita en el cerebro que produce diversas secuelas de carácter físico, psíquico y sensorial. Estas secuelas desarrollan anomalías en la percepción sensorial, alteraciones cognitivas y alteraciones del plano emocional. (Fuente, ADACEBUR, Burgos)
Pero es que los traumatismos craneoencefálicos, producidos como consecuencia de un siniestro de tráfico, es la segunda causa por la que se da un daño cerebral adquirido.
Según la O.M.S., en el mundo, entre 20 y 50 millones de personas, sufren traumatismos por siniestros de tráfico, y muchos de ellos producen discapacidad. A la mayoría de los países, los siniestros de tráfico les producen un gasto del 3% de PIB.
En España, en 2017 hubo 103.233 siniestros de tráfico con víctimas. Con el resultado de 139.162 heridos. Y necesitaron hospitalización 9.546 personas.
Tres de cuatro siniestros de tráfico producen DCA. Entre un 70-75% de los casos de DCA y que producen una discapacidad severa, han sobrevenido por siniestros de tráfico. Pero las víctimas de siniestros de tráfico con daño cerebral son las más silenciosas. Por si mismas tardarán mucho en poder volver a comunicarse, si consiguen hacerlo. Y sus familiares estarán inmersos, todo el tiempo, en poder atenderles, y casi no les quedará fuerza para reivindicar, concienciar o denunciar.
Cuando la Organización Mundial de la Salud definió la salud como: «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades», y añadió como hábitos perjudiciales para la salud el sedentarismo, las posturas corporales incorrectas, las drogas y el tabaco, se olvidó de incluir los siniestros de tráfico como causantes de pérdida de salud. Hasta 2005 no los definió como una pandemia y se institucionalizó el Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Tráfico, el tercer domingo de noviembre.
Los siniestros de tráfico son algo más que números de muertos y heridos. Pocas veces se habla de nombres o se les pone cara a los muertos, y mucho menos a los heridos, algunos de ellos, llenos de clavos para el resto de su vida, o en silla de ruedas. Y los que han tenido como resultado DCA, además de clavos o sillas de ruedas, son devueltos a sus familiares, literal y realmente, como si hubieran vuelto a nacer. En las mejores de las evoluciones, tienen que volver a aprender a hablar, comer o caminar tambaleándose, como lo hacía cuando eran bebés.
Y este año, he tenido la oportunidad de celebrar este día con la asociación ADACEBUR de Burgos. Contarles mi dolor y lucha, y verme desbordada por lo que hacen ellos.
Me he dado cuenta que el dolor más grande es el que siente cada uno, porque a cada uno le duele lo que le duele, y no hay dolor mayor.
Gracias, por invitarme. Gracias por vuestra fuerza, a pesar de ser «las víctimas silentes».
Este Post está dedicado a Rosa, su presidenta, lesionada por un ictus, pero con un sentido del humor inmejorable; a María, una joven de 21 años que fue atropellada en un paso de cebra, estuvo siete meses en coma y ahora es una niña encantadora; a los trabajadores de la asociación; a Montse, el alma, a y a todos los que trabajan desinteresadamente para ayudar tanto, y a tantos, que viven una vida salvada.
No lo llames accidente de tráfico, llámalo siniestro vial o siniestro de tráfico, porque si se pudo evitar, no es un accidente.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por la acción de un conductor borracho.
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