Hace mucho que en mi casa no hay reyes. No se perdieron, simplemente quien se encargaba de escribir ya no está, y durante mucho tiempo yo les escribía cartas simbólicas, con peticiones imposibles, casi todas relacionadas con la seguridad vial.
Sí, porque para llegar a esta fecha hay que pasar por otras: noche buena, navidad, fin de año, y el famoso recuento de muertos de la D.G.T.
Y cada año, con más prisas, con más euforia, nos presenta unas cifras, que para ellos, gobierno el partido que gobierne (no es cuestión de partidos), son más bajas. Siempre son menos muertos. Siempre estamos de enhorabuena, pero las cifras no bajan de mil muertos, sin contar con los que mueren unos días después, o sin sumar los de algunas comunidades.
Este año, la cifra oficial de muertos en siniestros viales, en siniestros de tráfico, para ellos en accidentes de tráfico, han sido mil noventa y ocho (1.098, lo repito en número porque parece que se ve mejor). Esta es la cifra solo de carretera.
Pero cuando se sumen los de todas las comunidades, los de vías urbanas, los muertos después de las 24 horas, la cifra seguirá sin bajar de casi las dos mil personas.
Pero lo peor de estas cifras, sean mil o dos mil, es que son padres, hijos, hermanos, o escrito con «a», que no quiero que me acusen de machista, que no vuelven a casa. Ni por navidad, ni en ninguna otra fecha. Personas que ya no vuelven a escribir la carta a los Reyes Magos, de los que ya no volvemos a disfrutar, ni ellos de nosotros.
Queridos Reyes magos: Perdonad que durante años os he seguido molestando haciendo peticiones imposibles. Vosotros ya tenéis bastante con atender a los niños, que eso de pequeña ya me lo dejaron claro, «Los reyes son para los niños».
Los otros reyes, los de trono, butaca o poltrona, son los que sí nos pueden ayudar, pero la víctimas de tráfico no somos una prioridad para ellos.
Queridas nuevas familias que llegáis a este recuento macabro, vuestro dolor es el mío.
Flor Zapata Ruiz, madre de Helena, muerta por culpa de un conductor borracho.